Historia DC Venezuela - JRC

 


Una juventud para el cambio




                                                               Luis Barragán

                                                                     

                                A Julio César Moreno León, in memoriam

 

Apenas, comenzábamos a cursar la primaria en la Venezuela que hizo muchísimo con el petróleo promediado en US $ 1,80 el barril, cuando concluyó, el 31 de octubre de 1965, en Caracas, la IV Convención Nacional de la Juventud Revolucionaria Copeyana (JRC). Lejos de todo afán proselitista, corriendo ya otras aguas por debajo de puentes muy distintos, nos inspira únicamente un interés histórico: el evento partidista tuvo una extraordinaria e inusitada trascendencia que convirtió al organismo funcional no sólo en la columna vertebral del partido desde la particularísima y arriesgada década de los sesenta, sino que definitivamente legitimó, reivindicó y jerarquizó a las juventudes política y socialmente más allá de las aulas.

Por entonces, la Guerra Fría igualmente llegaba a las inmediaciones del satélite lunar, extenuaba el proceso de descolonización africana que antes había mostrado mejores ímpetus, tropas estadounidenses invadían a República Dominicana, o, entre nosotros, se veía por vez primera en la televisión local a Los Beatles.  Edecio La Riva Araujo y Rodolfo José Cárdenas protagonizaban una pública y dura polémica incluso perteneciendo a la misma entidad partidista, mientras que el también parlamentario – aunque independiente – Alfredo Tarre Murzi, denunciaba la existencia de una seria conspiración de derecha. Importado desde la temeraria dictadura cubana que había colocado al planeta en las fauces de una conflagración nuclear, el guerrillerismo había sido derrotado política y militarmente, y recién implementaban la línea táctica de “Paz Democrática” que aprobó el VII pleno del comité central del Partido Comunista de Venezuela tras su X congreso.

 

UNA JUVENTUD ESENCIAL

La JRC empinaba su presencia cada vez más en la escena pública, gracias a las distintas condiciones en el orden teórico, social, partidista, mediático y místico que conjugó en medio del combate cívico. Los socialcristianos muchas veces superaban con creces a una disciplinada Juventud Comunista (JC) arrastrada por la insurrección armada; Acción Democrática (AD) había quedado mutilada al conformar sus cuadros más brillantes el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), de un historial crecientemente decadente, asimismo diluida lastimosamente Vanguardia Juvenil Urredista.





El compromiso jotarrecista de entonces, tradujo el formidable impacto generado por autores de inspiración cristiana (Maritain, Sturzo, La Pira, Mounier, Lepp, Lacroix, Lebret, entre otros), al igual que los planteamientos esgrimidos principalmente hacia el sur del continente por partidos afines, en torno a una vía no capitalista al desarrollo; valga acotar, el Concilio Vaticano II concluirá mes y días después. La IV Convención de la JRC bien recoge el debate ideológico en curso, a través del documento denominado “JRC: una juventud para el cambio”, finalmente aprobado, presentado por los “avanzados” sin que tengamos evidencia del contenido y destino de otro documento, de los “astronautas”, de largo título: “Materiales para una discusión que concluya en el trazamiento de una política correcta para la JRC”. Será en la V Convención de 1968 que los “araguatos” presenten un documento de características semejantes al de sus adversarios.

Los jóvenes socialcristianos contaron con una sólida presencia y representación social que les garantizaba una mayor independencia e influencia política, pues, en numerosos liceos y universidades ganaban los comicios estudiantiles, por ejemplo, forzando la unión de la JC y el MIR para impedir el triunfo de la JRC en la Universidad Central de Venezuela; además, trataban de abrir camino propio entre los trabajadores. Esa presencia e influencia ejerció un peso importante respaldando al puntofijismo que sobrevivió exitosamente a la violencia desatada de izquierda y derecha asombrosamente compaginadas.

La JRC actuó en un partido organizado, disciplinado y de vocación histórica que expuso un alto nivel de institucionalidad y democracia interna, celebrando regularmente sus elecciones, conformando y regulando las instancias de conducción capaces de deliberar y de decidir colegiadamente en el campo de sus competencias, con todos los errores, fallas e incomprensiones que pueden alegarse.  La juventud aportó, al liderazgo del partido, nombres como el de Hilarión Cardozo, así como una intensa experiencia compartida llena de debates ideológicos, que, demostrando madurez y perfiles novedosos, interiormente generó sendos grupos como los “araguatos”, junto a los ya mencionados “avanzados” y “astronautas”. En próximas notas trataremos las características esenciales de las tres grandes tendencias de la juventud socialcristiana.

Estupenda fuente de noticias, atrajo la atención de los periodistas especializados y, en no pocos casos, el conocimiento y trato personal de la dirigencia jotarrecista.

Tratamos de factores y condiciones que propulsaron a la JRC, la hicieron un elemento vital del partido y un referente ineludible en el movimiento estudiantil en defensa de la libertad y de la democracia. Y no era de extrañar el surgimiento de un poderoso sentido místico que supo manifestar Régulo Arias Moreno al darle letra a un espléndido himno de mil jornadas: “Juventud victoriosa”.

DEMOCRACIA Y VITALIDAD INTERNA

Inevitable el crecimiento cuantitativo y cualitativo de la JRC, se hizo un organismo igualmente complejo como el partido, aparecidas las mencionadas tendencias en una pugna que agudizaba los contrastes y las tonalidades reales y aparentes, interesadas o no, respecto a lo ideológico y en relación a las autoridades partidistas adultas. El día de ya citada IV Convención, Caldera se apersonó y, naturalmente, habló a los convencionistas en defensa del ideario demócrata-cristiano, haciendo precisiones, formulando consejos, con mucho aplomo y paciencia y cuidadosa severidad.

“JRC: una juventud para el cambio”, mecanografiado a varias manos,  analizó la situación política del país señalando la crisis de la democracia liberal burguesa,    clamó por un cambio social inmediato, reivindicó la revolución personalista y comunitaria, denunciando la democracia formal, con propuestas – por entonces – muy osadas, como la de nacionalizar la industria petrolera y otras del sector energético, la reforma del Congreso Nacional y la eliminación de las Asambleas Legislativas, una audaz reforma agraria o la modificación de nuestra división político-territorial. Y, obviamente, propuestas de acción administrativa, las relaciones internacionales, la política laboral, y el relacionamiento con el partido.  El documento fue propuesto por los “avanzados”: Abdón Vivas Terán; Rubén Darío González, Julio César Pineda y Adel Muhammad, miembros del directorio nacional previo; José Ramón Solano, secretario nacional de Formación; Carlos Julio González, secretario nacional de Organización; Julio César Moreno, secretario nacional de Educación Media, y Rafael Domínguez Daly, secretario nacional adjunto de Educación Media.

Pactaron los “avanzados” y “astronautas”, frente a los “araguatos”, y de la votación nominal y secreta de 169 de los 172 delegados principales, la dirección nacional juvenil quedó integrada por: Abdón Vivas Terán (secretario general) y Rubén Darío González (subsecretario general), con 82 votos favorables, y un directorio “araguato” representado por Rafael Peña, Alfredo Rojas, Erick Becker, José González Puerta, Germán López Méndez, Carlos Rivas, Rafael Blanchard, Pedro Nikken, y empatados en la novena vocalía Joaquín Marta Sosa y Guillermo Betancourt. La “avanzada” propuso originalmente, además, a Adel Muhammad, José Ramón Solano, Milton Granados, Carlos Julio González, Julio César Pineda, Julio César Moreno, Gema Belandia, Rafael Domínguez Daly y Oliver Belisario; los “araguatos” postularon a Álvaro Páez Pumar (secretario general) y a Oswaldo Álvarez Paz (subsecretario general), quienes obtuvieron 80 votos, y los “astronautas” nominaron originalmente a Joaquín Marta Sosa (secretario general) y Saúl Rivas (subsecretario general), con Rafael Iribarren, Germán Ahrensburg, José Vitale, Gustavo Escobar, Pedro L. Castellanos, Antonio Barroeta, Ibrahím Sánchez, Alejandro Alfonzo y Rubén Colina.

De acuerdo a los datos reportados por Néstor Mora para El Nacional del 2 de noviembre de 1965, las fuerzas estuvieron equilibradas; además, el informe del secretario juvenil saliente, Páez-Pumar, no fue aprobado. El resultado fue paradójico, al hacerse relativa la victoria de Vivas Terán y González (acotemos, líder laboral), frente a un directorio que le era adverso.

ALGO MÁS QUE LA REMINISCENCIA

Una aproximación histórica y sociológica, nos permite inferir la novedad de un acto institucional que influyó por varias décadas al partido que fue COPEI, y permite también deducir las diferencias entre la presente época en relación a otras más remotas en torno a las juventudes políticamente organizadas y los partidos realmente existentes, la correspondiente política pública, las subculturas juveniles del momento.

Ir más allá de la reminiscencia, nos fuerza previamente a vivenciarla y a cruzar sus umbrales. Y, por ello, apelamos a los versos de don Fernando Paz Castillo, como una llave para abrir la puerta del recorrido faltante:

Un día ya no seremos todos …

Acaso bajo los árboles apacibles de una plaza

de pueblo bañada por el sol,

que se ha quedado dormido entre las ramas,

mientras los jóvenes de entonces se diviertan,

confidencialmente, casi sin decir palabras,

recordaremos nuestras vidas,                                    

como quien recuerda por una nota, una estrofa olvidada”.




Julio César Moreno, In Memoriam


 



                            Gehard Cartay Ramírez: Julio César Moreno, In Memoriam



Con el deceso de nuestro viejo amigo y compañero de ideales Julio César Moreno se marcha un consecuente y recio luchador, integrado tempranamente al combate político a la caída de la dictadura pérezjimenista, por lo que puede decirse que formó parte de la llamada generación de 1958.


En esa oportunidad, Moreno era apenas un novato líder liceísta, pero ya daba muestras de su compromiso político y de su pasión venezolanista. Al incorporarse entonces al Partido Social Cristiano Copei ingresó, al mismo tiempo, a una escuela que a él y a miles de jóvenes nos enseñó el valor de la confrontación democrática y el debido respeto por las ideas ajenas, la primacía del diálogo con los contendores y el sentido exacto de que la lucha política no es una guerra de exterminio, sino una competencia donde se gana y se pierde, por lo que el triunfador siempre está obligado a respetar al vencido y a valorarlo como alguien necesario. Eran, desde luego, otros tiempos.


Pero eran también tiempos difíciles para la militancia demócrata cristiana, especialmente para sus jóvenes. Los violentos embates de la extrema izquierda -integrada por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria y el Partido Comunista de Venezuela- contra el gobierno constitucional del presidente Rómulo Betancourt entre 1959 y 1964, apoyado lealmente por Rafael Caldera y Copei, fueron indudablemente una dura prueba de fuego para la juventud socialcristiana. Lo que estaba en juego era la continuación del ensayo democrático venezolano o la implantación del modelo castrocomunista cubano, nada más y nada menos.


La lucha estuvo planteada entonces en el campo ideológico, ya que eran dos cosmovisiones y dos planteamientos doctrinarios los que se confrontaban, tanto en el campo de las ideas como en el terreno de los hechos, pues el combate se libraría en algunas ocasiones en las calles y en los liceos y universidades.


En medio del fragor de aquella lucha, Julio César Moreno fue escalando todas las posiciones a las que su conducta y trabajo lo hacían merecedor. Años después, en 1970, cuando el clima político y las luchas juveniles amainaron un poco, resultó elegido secretario general nacional de la Juventud Revolucionaria Copeyana (JRC), encabezando un directorio nacional del cual formé parte entonces.


Más tarde, en 1976, ingresaría al Comité Nacional del Partido durante varios años. En 1979, al resultar electo Luis Herrera Campíns como presidente de la República, Moreno sería designado viceministro de la Juventud, donde desarrolló una labor eficiente y honesta, como correspondía a un dirigente que había estado vinculado a las luchas juveniles y sus aspiraciones.


En 1984 fue electo diputado al Congreso en representación de su natal Trujillo, siendo luego reelegido durante varios períodos. Comenzó entonces una carrera parlamentaria exitosa. Entre 1984 y 1988 fue presidente de la recién creada Comisión de Medios de Comunicación Social del Congreso, donde también lo acompañé como vicepresidente. Aquella fue una época en la cual la libertad de prensa estuvo varias veces amenazada y tuvimos que librar un arduo combate a su favor desde el parlamento nacional.


Durante el segundo gobierno del presidente Caldera, cuya candidatura apoyó entonces, fue designado embajador de Venezuela en Chile y más tarde en Guatemala. Desde tales posiciones, Julio César Moreno nos representó cabalmente y también mantuvo contactos con personalidades importantes de ambos países, algunos de los cuales ya conocía por su actividad internacional como dirigente demócrata cristiano.


En los últimos años, Moreno se dedicó a la investigación y el estudio de la historia política contemporánea de Venezuela, así como a escribir algunos ensayos y artículos de opinión sobre la materia. Igualmente fundó y dirigió la revista digital “Encuentro Humanista”, junto a Macky Arenas y Marcos Villasmil, dedicada al análisis y el debate de temas filosóficos, ideológicos, históricos y políticos.


Fue, pues, un político de pensamiento y acción, pero, por encima de todo, fue un buen amigo, un leal compañero y un hombre preocupado por el destino de su país, a quien recordaremos siempre por sus virtudes y valores como dirigente del humanismo cristiano.


Vayan nuestras más sentidas condolencias a su esposa Maru y a sus hijos, nietos, hermanos, demás familiares y amigos.


¡Hasta siempre, querido amigo y compañero!




Historia DC Venezuela - Pedro del Corral


 





Ficha de la Seguridad Nacional de Pedro del Corral

 

Hubo una época en la que se quiso ver maliciosamente a los socialcristianos como aliados naturales de la dictadura perezjimenista.

Entre varios de los motivos, es fácil conjeturar que la deserción de varios miembros de COPEI, finalmente integrados a la fraudulenta asamblea constituyente de 1953, confundió por instantes a la opinión pública a pesar del claro y contundente rechazo del partido expresado por Rafael Caldera, o que, por una suerte de competencia desleal, los adversarios del partido quisieron generar un matriz de opinión desfavorable a COPEI al reiniciarse la experiencia democrática en Venezuela.

Hubo persecuciones, carcelazos y exilios de la dirigencia copeyana durante la dictadura y, caída ésta, los archivos de la Seguridad Nacional demostraron lo lejos que llegó el seguimiento de los líderes copeyanos.

Por ejemplo, don Pedro del Corral y su fichaje en la policía política lo demuestra: la gráfica de escasa nitidez, como es lógico al tratarse de una publicación de la prensa de hace muchas décadas, corrobora que el presidente del partido demócrata-cristiano no era precisamente un personaje querido por el gobierno de fuerza, tenía su ficha con sus datos en la tenebrosa policía política de la dictadura.

Por cierto, los archivos de la Seguridad Nacional fueron objeto de un intenso debate público, porque comenzaron a incinerarse hasta que Edgard Sanabria, presidente de la Junta de Gobierno, lo prohibió en noviembre de 1958. Afortunadamente, el expediente de don Pedro sobrevivió a las llamas.


Biografía Lorenzo Fernández

 

En noviembre-diciembre de 1947. Acto de campaña electoral. Habla Lorenzo Fernández (tomado de la página web rafaelcaldera.com)



LORENZO FERNÁNDEZ:

EL ARTÍFICE DE LA PACIFICACIÓN 

 

Rafael Caldera

 

 

Bien difícil es para mí delinear en sólo tres cuartillas la personalidad y la obra de Lorenzo Fernández. Lorenzo y yo fuimos hermanos. Una hermandad iniciada en la Unión Nacional Estudiantil y fiel hasta la muerte. Si alguien hizo carne de realidad la afirmación que pronuncié en la Velada del primer aniversario de la UNE ("UNE es un compromiso para toda la vida") fue, precisamente, él. Anduvimos juntos por el camino de la acción, juntos enfrentamos los peligros, festejamos juntos la victoria, asumimos juntos la responsabilidad de dar cumplimiento a nuestras promesas y propósitos y saboreamos juntos también el duro pan de la derrota. 

 

Nació el 8 de enero de 1918. Era casi dos años menor que yo. Al fundarse la Unión Nacional Estudiantil, desgajada a su pesar de la Federación de Estudiantes, yo acababa de cumplir 20 años y él tenía apenas 18. Egresado yo del San Ignacio, alumno él de La Salle, no hubo la más ligera sombra o diferencia entre nosotros. Ni él ni los demás discípulos de los Hermanos Cristianos tuvieron un asomo siquiera de rivalidad o discrepancia con quienes habíamos sido discípulos de los Jesuitas, que en ese entonces estaban en el tapete de la controversia política, quizás por reflejo de la tensión político-religiosa que irradiaba de la República Española. 

 

Nos unió inicialmente el deber de defender los fueros de la educación privada. Fortaleció nuestra unión el deseo ferviente de servir a la patria. La fábula de una supuesta contraposición entre lasallistas e ignacianos la inventaron después los novelistas de algunos medios de comunicación social: en el triunvirato que dirigía la UNE y que denominábamos Núcleo Directivo, participamos estudiantes de los colegios de jesuitas, de hermanos cristianos y de padres salesianos, sin que faltaran de otros colegios, religiosos o laicos, entre ellos el instituto público de mayor jerarquía en el país, a saber, el Liceo Andrés Bello. 

 

Lorenzo sobresalió por su inteligencia, por su entereza, por su adhesión al ideal. Tenía un fino sentido político, pero nunca lo hizo sacrificar los principios. En la Universidad fue estudiante sobresaliente, ayudante de Cátedra y delegado estudiantil. En UNE fue miembro del triunvirato, vale decir, del Núcleo Directivo Nacional. Fue asiduo colaborador del semanario. Participó en los diversos intentos de organización política que precedieron a COPEI (Acción Electoral, Movimiento de Acción Nacionalista, Acción Nacional). Militando en "Acción Electoral" fue electo popularmente concejal por la Parroquia La Vega. Su recta actitud en la Municipalidad de Caracas hizo imposible nuestro entendimiento con la fracción gubernamental en el momento de elegir Diputados: se nos puso en la disyuntiva de sustituirlo por otro candidato, más agradable a los despachos oficiales, o correr el riesgo de perder la elección si nos manteníamos irreductibles. Entendimos la cuestión no solamente como de decoro, sino de supervivencia: no podíamos colocarnos en posición de apéndice sumiso de la voluntad oficial. En las elecciones para Diputados de enero de 1945, en el seno del Concejo, pactamos con A.D. Perdimos: los dos principales candidatos derrotados fueron Rómulo Betancourt y Lorenzo Fernández. 

 

En las elecciones directas de 1946, por voto universal, salió Representante por el Distrito Federal a la Asamblea Nacional Constituyente y en 1947 repitió como Diputado al Congreso. Compartimos día tras día la agobiadora lucha parlamentaria, como también la de la calle para fundar y fortalecer el Partido. Fundó varias seccionales regionales. Él fue, por cierto, el encargado de dar los pasos necesarios con las bases de Unión Federal Republicana en Mérida para que aquel grupo regional se convirtiera definitivamente en COPEI. Y lo hizo en forma decisiva. 

 

El 23 de enero de 1958 estaba preso. Se había comprometido con el movimiento que dentro del campo militar representó Hugo Trejo; mi prisión le había dado el aliento final para decidirse a participar en la acción insurreccional. Después de la liberación, jugó un papel importante en el acontecer agitado de ese tiempo. Miembro del Consejo Supremo Electoral, desempeñó allí una notable labor. Fue uno de los redactores del "Pacto de Puntofijo". 

 

Al constituirse el Gobierno de Coalición, el presidente Betancourt me dijo: "Deseo que vaya Lorenzo al Gabinete. Sé que no será incondicional, pero su opinión y su labor tendrán gran utilidad para el Gobierno". Como ministro de Fomento (1959-1962) fue el promotor decidido de la Industrialización. Como ministro de Relaciones Interiores (1969-1972) en el Gobierno que yo presidí, fue el artífice de la Pacificación. Industrialización y Pacificación bastarían para consagrar su nombre como un ejecutivo excepcional. 

 

En el Gobierno como en la Oposición dio ejemplo de honestidad, de sinceridad, de eficiencia. Tuvo una destacada actuación en el Senado. En la actividad privada, al frente de una empresa familiar que partiendo de la nada habían creado su cuñado y su hermana, se reveló como excelente administrador y supo dar un extraordinario rendimiento. Como padre de familia era ejemplar. Su austeridad no lo llevaba, sin embargo, a una severidad regañona ni a una seriedad adusta: sabía usar del buen humor constantemente. Tenía una sensibilidad especial para tratar a los demás. 

 

Creyente convencido, su religiosidad constituyó rasgo definitorio de su vida. Defensor de su credo y de la Iglesia, tuvo entre sus mayores satisfacciones la de haber participado activamente en la solución del secular diferendo entre la autoridad civil y la eclesiástica. Su muerte fue como aquellas que relata el Antiguo Testamento, de patriarcas que se preparaban para el viaje final rodeados de sus descendientes, a quienes daban el precioso regalo de su consejo y de su ejemplo. Sobrellevó en su última enfermedad grandes sufrimientos sin quejarse; la Providencia le permitió tener esa oportunidad para fortalecer su fe, mientras soportaba los embates de una enfermedad implacable. 

 

Lorenzo Fernández fue un hombre cabal. Todo un hombre. Un gran hombre. Un venezolano integral. Un servidor público de primera línea, de dentro y fuera del Poder. Un ejemplo prístino de lo que debe ser un político, no para ambicionar y medrar, sino para servir al pueblo orientado por un hermoso ideal.

 

 

PUBLICADO EN: “Perfiles Socialcristianos”. Centro de Estudio de la Experiencia Socialcristiana. Caracas, Venezuela, 1986.




Historia DC Venezuela

 




Las aspiraciones presidenciales de Edecio La Riva Araujo

 

 

Todo partido político debe tener vocación de poder, pues sería un contrasentido que no la tuviera. Simplemente, dejaría de ser partido. Y, desde sus inicios, COPEI expresó esa vocación desde una perspectiva doctrinaria y programática innovadora que bien sintetizó su lema: Por la justicia social en una Venezuela mejor.

 

Pocos partidos en Venezuela contaron con una larga trayectoria que le permitiese fomentar y formar sendos elencos para la acción gubernamental,  parlamentaria y edilicia, como COPEI. Para las altas, medianas y modestas responsabilidades. Y para las responsabilidades oficiales y también opositoras. Con el tiempo, desarrolló plenamente la capacidad de formar exclusivamente un gobierno, copar todo el gabinete, aunque no lo hizo, pues, consciente de sus responsabilidades, aún sin comprometerse con una coalición de partidos, tuvo el tino de integrar a individualidades y sectores independientes en los gobiernos, parlamentos y municipios. Por ello, no es de extrañar que el partido ostentara nombres que aspiraran legítimamente a encabezar el poder en Venezuela como Edecio La Riva Araujo, de quien hemos hecho ya una crónica biográfica.

 

En efecto, tempranamente manifestó su disposición para la primera magistratura. En una ocasión, el periodista Miguel Ángel Liendo lo estuvo provocando con el tema de la candidatura presidencial. Eran tiempos en los que se gestaba la opción de Rafael Caldera con el apoyo creciente de diversos sectores de la vida nacional; el merideño destacaría, desde su natal Timotes, que el yaracuyano “es la figura más relevante y prestigiosa que tenemos en nuestro partido y por consiguiente lo natural es que esa candidatura sea la que debamos considerar” (El Nacional, Caracas, 01/11/1965). Luego de otras preguntas, insistió el periodista señalando que un grupo de militantes copeyanos promovía su candidatura presidencial. La Riva contundentemente respondió: “Sobre esto podemos hablar, pero después de la Presidencia de Rafael Caldera”. Y el reportero intituló la nota así: “Después de la presidencia de Rafael Caldera sí podemos hablar de mi candidatura”.

 

En la gráfica, Edecio La Riva Araujo comparte con Rodolfo José Cárdenas y Luis Herrera Campíns. Por cierto, todos ellos con una densa y valiente actuación parlamentaria en los más difíciles años de gestación de la vida democrática.




Biografía Rafael Ángel Cartaya

 



Rafael Ángel Cartaya, hombre paciente, conciliador y de pocas palabras


José Luis Cartaya

 


  Nació el 03 de diciembre de 1923, graduándose de abogado y doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Oriundo de la ciudad de Porlamar del estado Nueva Esparta, estudió su primaria y bachillerato en Cumaná, graduándose de Bachiller en Humanidades y Filosofía; fue hijo adoptivo del estado Lara, donde formó su familia y ejerció su carrera profesional como abogado y como docente. Con gran vocación se dedicó a la política.

Delgado, con el pelo gris desde muy joven, sempiterna corbata negra y trajes grises, nunca combinaciones. Fumador empedernido, le gustaba cocinar, era asimismo gran lector, y conocedor de la gastronomía del mar que, con tan sólo oler, sabía diferenciar si una empanada era verdaderamente rellena de cazón o si era de cualquier otro pescado. Sencillez en el trato, modestia en los hábitos de vida, destilaba una gran humildad en su proceder, lo que fue su mejor defensa contra la soberbia y la vanidad. 

Convencido y formador de la familia como núcleo fundamental de la sociedad, se casó el 24 de enero de 1948 con Violeta Piñango Del Nogal, en la Iglesia caraqueña de Altagracia; se habían conocido en la pensión estudiantil donde se residenciaba en Caracas. Violeta era hija de los dueños de la pensión: Santos Piñango Gruber y Rosario Del Nogal Blanco, y en ella solían hospedarse estudiantes universitarios, algunos de ellos fueron fundadores de la UNE (y posteriormente de COPEI), entre otros, Edecio La Riva Araujo, Luis Herrera Campíns, José Luis Zapata Escalona.

Con Violeta tuvo, crio y formó a sus 13 hijos, 26 nietos y 21 bisnietos, siendo ejemplo para familiares y amigos, ya que un rasgo distintivo de esa numerosa familia era llegar al Congreso o a cualquier lugar en su camioneta Toyota de doce puestos, en la cual viajaba con todos sus hijos. Conocedor de Venezuela, la recorrió por vía terrestre pues no le gustaba viajar por avión (nunca lo hizo). Sus viajes a Europa fueron por mar y al estar allá usaba el tren.

Llegó a Barquisimeto en 1947, recién graduado y recién comprometido para casarse, con la misión de fundar el partido Socialcristiano COPEI en el estado Lara. El Comité Nacional de COPEI de la época, decide enviarlo debido a que la mayoría de sus dirigentes tenían menos de 21 años y no podían representar legalmente al partido. Rafael Ángel Cartaya tenía 24 años para el momento,  y gracias a su temperamento “lograría consolidar el partido con paciencia y dedicación”.

Con sus amigos y vecinos, Antonio Giménez, Eligio Anzola, Carlos Bujanda, la familia Riera Zubillaga, familia Ortiz, entre otros, se establece en la avenida los Abogados de la Urbanización Los Abogados de Barquisimeto. Casa espaciosa, que recuerdan muchos, pues sirvió para recibir ovejos, chivos, puercoespínes, gansos o patos, que eran los “pagos” por su representación como abogado penal a personas de escasos recursos; estos eran la mayoría de sus clientes.

Fue Abogado penal, Juez Primero de Primera Instancia en lo Penal, Presidente del Colegio de Abogados de Lara en 1959.

La actividad profesional y política la compartió con la docencia, como Profesor de Historia de Venezuela y Moral y Cívica en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Barquisimeto, luego en el Colegio Santa Rosa de Lima y el Colegio San José de Tarbes, en Caracas.

Dedicó su vida a forjar la democracia desde temprana edad, basado en los principios del humanismo cristiano, iniciándose en la Unión Nacional Estudiantil (UNE), de la cual en 1945 fue su secretario de formación y finanzas, y luego en COPEI, del cual fue uno de sus fundadores. 

La UNE existió entre mayo de 1936 y finales de 1945, cuando se disuelve, y en enero de 1946 pasan sus dirigentes a formar el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), Partido Socialcristiano COPEI a partir de 1948. El movimiento uneista participó con sus aportes en la discusión de las políticas públicas de entonces, fundando el Semanario UNE para difundir su ideario, el cual fue escrito por jóvenes entre 18 y 22 años en promedio, con 313 ediciones desde el 5 de septiembre de 1936 hasta el 17 de octubre de 1945. 

“Sus líderes más destacados fueron: Rafael Caldera, Lorenzo Fernández, Pedro José Lara Peña, Francisco Alfonzo Ravard, Carlos Rodríguez Uzcanga, Víctor Giménez Landínez, Pedro Pérez Perazzo, José Antonio Pérez Díaz, Andrés Sucre, José Antonio Rodríguez Herrera, Rafael Ángel Cartaya, Godofredo González, Edecio La Riva Araujo, Luis Herrera Campíns, los hermanos Vargas Salerno, tratando de seguir una línea cronológica entre sus directivos y los colaboradores más activos con textos en el Semanario” (Freddy Millán Borges – Pensar Educativo, “La Unión Nacional Estudiantil (1936-1945), un proyecto de juventud”, mayo 11, 2023, https://www.elnacional.com/2023/05/la-union-nacional-estudiantil-1936-1945-un-proyecto-de-juventud/).

Parlamentario de oficio, Diputado de la Asamblea Legislativa regional en el estado Lara, en el Congreso de la República: primer Senador (1963-1968) por Lara, Diputado (1968-1973) por Táchira, Senador (1973-1978) por Barinas, Diputado (1978-1983) por Nueva Esparta.  Asimismo, representó en varias oportunidades al Congreso de la República en las Asambleas de la Unión Interparlamentaria, siendo jefe de Delegación en una ocasión.

Ejerció la Primera Vicepresidencia en la cámara de Diputados de 1971 a 1973, con Antonio Léidenz en la Presidencia. Y Primer vicepresidente en la cámara del Senado en el quinquenio 1974-1978, al lado de Gonzalo Barrios. Fue presidente de la Comisión de Política Interior de Diputados, responsabilidad sensible en la legislación y la política. Como legislador, fue jurídica y doctrinariamente sólido, políticamente proclive al entendimiento que es la vía práctica al logro.

Cuando el Senado debate sobre el aborto en noviembre de 1966, Cartaya no se conforma con los tópicos penales de la cuestión que su convicción naturalmente rechaza, propone adentrarse en sus aspectos humanos:

Porque para destruir los efectos hay que anular las causas. Entonces se debe tomar otra serie de medidas para atacar el mal en sus raíces profundas; se debe realizar una acción social efectiva; se debe dar una mayor protección a la mujer y al niño; se debe formar una conciencia de paternidad responsable y esto es con nosotros los parlamentarios, se deben sancionar leyes que reformen estructuras sociales y económicas ya caducas.

Y en las palabras de Luis Herrera Campins: 


—"Ciudadano director, ciudadanos Senadores. En nombre de la fracción parlamentaria del Partido Socialcristiano Copei en el Senado, vengo a presentar a consideración de los honorables colegas el nombre del senador doctor Rafael Ángel Cartaya para la Primera Vicepresidencia de esta Cámara. Se trata de una figura de la política nacional bien conocida en el Parlamento, en el cual ha desempeñado alternativamente funciones de senador por el estado Lara, de diputado por el estado Táchira y ahora nuevamente de senador, esta vez por el estado Barinas. Viene de una magnífica experiencia en la Directiva anterior de la Cámara de Diputados, donde desempeñó con lujo de capacidad y de responsabilidad la Primera Vicepresidencia, y allí ratificó la fama de hombre capaz, ponderado, modesto, de un gran equilibrio personal, de una extraordinaria firmeza política y de una indiscutible vocación de trabajo y de servicio público. Por eso, nosotros traemos acá el nombre del compañero y amigo Rafael Ángel Cartaya para esta nueva responsabilidad en la etapa inicial de este período constitucional, donde el Gobierno de la República tendrá una orientación distinta y donde una nueva correlación de fuerzas imperará en el seno de las Cámaras Legislativas". (Luis Herrera Campíns, vida Parlamentaria.https://eticacivica-ab.com/luis-herrera-campins-vida-parlamentaria-tomo-1/)


En COPEI desde de la primera Convención Nacional en septiembre de 1946, fue directivo, siendo todavía estudiante universitario. Electo miembro del Tribunal Disciplinario Nacional en 1971 y reelegido hasta 1990 (fecha aproximada).

Rodeado de su familia, el 17 de enero de 2013, a los 89 años fallece en la ciudad de Caracas.

En su honor, el 23 de marzo 2013, el partido Social Cristiano Copei juramentó al comando juvenil de la campaña presidencial con el nombre “Rafael Ángel Cartaya”, donde el secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática, Ramón Guillermo Aveledo dijo: “hombre ejemplar y admirable en todo el sentido y más en nuestro gremio, lo que es poco frecuente”. 


Esta reseña biográfica está redactada gracias a los recuerdos familiares y de amistad. Gracias a escritos que se encuentran en la Fundación Rafael Caldera, Centenario de Luis Herrera Campins, palabras del Dr Ramón Guillermo Aveledo en el Colegio de Abogados del estado Lara 2022, así como algunos artículos de prensa.





Pedro Pablo Aguilar - Biografía

 




PEDRO PABLO AGUILAR

 

Gehard Cartay Ramírez

 

Pedro Pablo Aguilar, Doctor en Derecho y Abogado por la Universidad Central de Venezuela en 1955, dirigente político, parlamentario, orador, escritor, profesor universitario e ideólogo demócrata cristiano venezolano, nació en San Lázaro, estado Trujillo el 29 de junio de 1929.

 

Desde muy joven figuró entre los fundadores de Copei y se desempeñó entonces como secretario general del partido en el estado Táchira en 1946, y fue electo diputado a la Asamblea Legislativa en los comicios de diciembre de 1947. Posteriormente, durante la dictadura pérezjimenista, estuvo preso varios años en la Cárcel Modelo de Caracas, donde estaba recluido cuando cayó el general Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958.

 

En diciembre de ese mismo año será elegido diputado al Congreso en representación de su estado natal -como tal fue firmante de la Constitución Nacional de 1961-, siendo reelecto en los dos períodos constitucionales siguientes. Entonces fue vicepresidente de la Cámara de Diputados y director de la fracción parlamentaria del partido socialcristiano Copei. A partir de 1974 fue senador por Trujillo, cargo para el cual resultó reelegido en cuatro oportunidades más, hasta su retiro como parlamentario en 1999. Antes, en 1998, se había desempeñado como presidente del Congreso de Venezuela. 

 

Durante esas cuatro décadas, Aguilar fue un excelente parlamentario, no sólo como orador, sino también en su trabajo en las diferentes comisiones legislativas, llegando a presidir las de Defensa, Agricultura y Política Exterior del Senado de la República. En tales tareas también formó parte de la Comisión de Reforma Constitucional entre 1989 y 1993, encabezada por el entonces ex presidente Rafael Caldera. Igualmente estuvo entre los proponentes del proyecto de Ley de Elección de Gobernadores y Alcaldes en 1988 y 1989.

 

Desde 1952 fue miembro permanente del Comité Nacional de Copei. En 1971 fue escogido como secretario general de su partido y reelegido en 1975. Le correspondió entre 1977 y 1978 dirigir la campaña electoral que llevó a Luis Herrera Campíns a la presidencia de la República. Sin embargo, en la convención de 1979 compitió nuevamente por la secretaría general del partido, pero esta vez fue elegido Eduardo Fernández, integrante de la generación de 1958

 

Pedro Pablo Aguilar siempre ejerció la política con mucha seriedad, dicho sea en sus dos sentidos: el de la adustez en el gesto, sin perder su humildad, sencillez y cordialidad, y también desde el punto de vista de la mesura, la sensatez y la gravedad con que asumía los asuntos que así lo demandaban, aparte de la formalidad y disciplina que estos reclaman, sobre todo en materia de responsabilidades públicas.  

 

Aguilar fue un dirigente político honesto, pues siempre mantuvo una conducta regida por la honradez. Por esa transparente actitud suya, propios y extraños le reconocieron una conducta espartana y austera. En este sentido, su conducta fue ejemplar, a pesar de que estuvo muy cerca del poder, ya como diputado o senador; como secretario general del Partido Social Cristiano Copei durante la segunda parte del primer gobierno de Caldera y en los inicios de la gestión presidencial de Herrera Campíns. 

 

Fue también un político formado ideológicamente y con profundidad de pensamiento. Su capacidad de análisis la evidenció como articulista de prensa durante varios años y como autor de varios libros. Y en cuanto a su discurso, por lo general reflexivo y profundo, diversas piezas oratorias en el parlamento y en distintos eventos lo califican también por su agudeza y brillantez. En 1962 figuró entre los fundadores del Instituto Internacional de Formación Demócrata Cristiana (IFEDEC), con sede en Caracas.

 

Fue un político que sabía escuchar, sabio y tolerante, disciplinado y metódico, que prodigó amistad y respeto, tanto a sus partidarios como a sus adversarios políticos, sin apelar a la diatriba y la descalificación de ninguno de ellos, practicante del diálogo como siempre fue.

 

Pedro Pablo Aguilar falleció en Caracas el 22 de septiembre de 2022.