Biografía y prólogo libro sobre Enrique Aristeguieta Gramcko

 

PRÓLOGO del Libro: Enrique Aristeguieta Gramcko entrevistado por Naudy Suárez Figueroa.

 


 

José Rodríguez Iturbe

 

Hablar sobre lo vivido también es una forma de hacer historia. Enrique Aristeguieta Gramcko es un hacedor de la historia que habla de la historia. De su historia personal en el marco de la historia de su patria, Venezuela. Habla de lo vivido y del concreto marco del proceso societario en el cual sus vivencias se han dado. La vida del entrevistado ha sido larga ―don de Dios― y llena de ricas experiencias. Dotado de una memoria poco común y de una amplia cultura, Aristeguieta Gramcko responde a las preguntas de quienes le interrogan de manera grata y atrayente, ajena, además, a reduccionismos aldeanos.

 

Son estas páginas las memorias de un hijo de Puerto Cabello que siempre ha tenido a punto de honra su cariño por el lar nativo. Pero la hondura humana de su memoria tiene una dimensión universal. Se ha dicho (y bien) de la obra principal de Cervantes, cimera de la lengua castellana, que el Quijote es universal en cuanto es castellano; y que es castellano en cuanto es manchego. Con analogía de proporcionalidad impropia podría decirse que este evocar, valorativo y crítico, plasmado en estas páginas, Aristeguieta tiene una matriz universal en cuanto es profundamente venezolano; y, siendo venezolano, resulta esencialmente porteño, con todos los rasgos existenciales que da el molde de quienes tienen en la retina, desde la más tierna infancia, la extensión acuosa y el horizonte ancho del mar.

 

Si él nace y se siente vinculado a esa parcela del litoral central de nuestra tierra, familiarmente tiene también raíces centrales y orientales. Al leer su recuerdos de infancia y madurez donde aparece el Puerto, no pude menos que evocar los versos que Andrés Eloy Blanco dedica al Caribe, el mismo mar que arrulla tanto a Cumaná como a Puerto Cabello: “Como para decirlo de rodillas / que bien está que en nuestro mar me quieras/ Que bien supo nacer en sus riberas/ Que bien sabrá morir en sus orillas/ Que llano azul para sembrarle quillas/ Que historia de vigilias costaneras/ Que mar de ayer para inventar banderas/ coloradas, azules y amarillas”. El Caribe imprime carácter. Y siempre hay algo de marinero en quien nace en sus costas. Y de nuevo Andrés Eloy: “Que es Dios quien fija el rumbo y da el destino / Y el marino no es sino la expresión de un anhelo/ Pues para andar sobre el azul marino/ hay que mirar hacia el azul del Cielo”. La hondura humana que trasmiten estas páginas es inescindible del afecto salobre del carácter costeño.

 

Enrique Aristeguieta Gramcko es un hombre de abolengo. Descendiente de los Xerez de Aristeguieta, de la más alta aristocracia colonial, emparentado con el patriciado republicano, tiene, además, cercanos nexos de sangre con los Aristeguieta de la lucha anti-gomecista (Pedro Elías Aristeguieta) y del renacimiento de la vida militar venezolana de academia (los Aristeguieta Badaracco, de las primeras promociones de la Escuela Militar de comienzos del siglo XX). Los Gramcko de su rama materna son alemanes originarios de la Liga Hanseática. Aunque de raíz luterana, ya su madre era católica. Le he oído contar como en una ocasión entró en Hamburgo en una fría iglesia luterana a escuchar un concierto de órgano de música de Bach, sin dejar de pensar que quizá allí mismo habría ido a rezar alguno de sus no tan remotos parientes protestantes. Como la sangre manda, al igual que su hermano Adolfo, siempre ha tenido un gran amor por Alemania y lo germánico. Cuando con Helmuth Kohl se logró la reunificación de las dos Alemanias de la posguerra (RFA y RDA), en cuanto pudo alquiló un modesto vehículo y se fue a recorrer los Länder de la antigua RDA que no conocía.

 

Hasta en la mezcla de sangre Enrique Aristeguieta es una excelente manifestación de nuestra criollidad y de ese rasgo de apertura a las migraciones que distingue a la venezolanidad y la hace huir como de la peste de ese falso nacionalismo que es el chauvinismo, que se encierra en una baja autoestima y lamenta reconocer cualquier mérito ajeno como si fuera agravio de lo propio. Porque patriotismo no es nacionalismo. El patriotismo es virtud. El nacionalismo es fanatismo enquistante y empequeñecedor. En estas páginas habla un patriota. Y sus palabras son la clara manifestación del patriotismo, sin el lastre de ese nacionalismo que en el agudo decir británico de Johnson constituye el último refugio de los pícaros.

 

Enrique Aristeguieta Gramcko tiene sentido de la historia porque conoce la historia. La venezolana y la universal, sobre todo la del llamado Mundo de Occidente. Por eso sus juicios sobre situaciones y personas son equilibrados y surgen como consecuencia de una madura consideración de los protagonistas y las circunstancias. Sin embargo, Aristeguieta es de la llamada tradición oral. Le cuesta escribir. Prefiere hablar. Por eso, es de agradecer a Naudy Suárez y a Silvia Schanely de Suárez, y a su hija María Alejandra Aristeguieta de Álvarez el esfuerzo que han realizado para captar y ordenar, para disfrute de todos, según temas y tiempos, los recuerdos y apreciaciones del Aristeguieta entrevistado.

 

En ese largo diálogo que ahora se imprime aparece la visión retrospectiva de sucesos de una existencia repleta de acontecimientos que trascienden, en su importancia, la propia vida del entrevistado porque destacan el proceso del pueblo venezolano. No es solamente un relato sobre el ayer. En estas páginas hay también una lección que es siembra de mañana. Cualquier joven lector podrá encontrar, en la vida limpia de Enrique Aristeguieta, en su sencillez, y hasta en su ironía, un ejemplo de cómo la política puede y debe vivirse con afán de servicio, sin ceder a los falsos halagos que rebajan la dignidad personal y facilitan o cohonestan la corrupción, derivada de pretender usar lo público en beneficio particular. Porque Enrique Aristeguieta ha sido toda su vida, para decirlo con palabras de Pedro del Corral, un militante en pro del bien común.

 

Estas páginas de entrevista y de recuerdos, de juicios y opiniones, de consideraciones que enseñan y mueven a la reflexión sobre nuestro proceso de pueblo, ponen de relieve aquello que Heidegger llamaba el éxtasis del tiempo (pasado, presente, futuro). Se encuentra en ellas material para aliento de la historia académica; y, sobre todo, para mostrar que quien quiera ser y hacer política práctica debe conocer la historia. Sobre todo, conocer la historia del propio pueblo al que se pertenece y al cual se desea servir.

 

Si la política práctica es siempre discusión sobre el futuro, la seria discusión sobre ese futuro, que siempre será arcilla para ser moldeada por las nuevas generaciones, se nutre de principios y valores que deben encarnar en cada tiempo en los protagonistas de la hora. Las lecciones que Enrique Aristeguieta Gramcko deja en este largo y variado diálogo son muchas.

 

Vaya, pues esta edición de un diálogo que recoge algo de sus memorias como merecido reconocimiento a los méritos personales y políticos del amigo a quien muchos agradecemos las abundantes y ricas enseñanzas de una larga amistad.

 

José Rodríguez Iturbe

Bogotá, 31 diciembre 2024.



Biografía Enrique Aristeguieta Gramcko

 


ENRIQUE ARISTEGUIETA GRAMCKO, EL ÚLTIMO SOBREVIVIENTE DE LA JUNTA PATRIÓTICA DE VENEZUELA (1957 – 1958)


                                            


Naudy Suárez Figueroa 


 

La reintroducción de la educación religiosa en Venezuela, por obra de la política de puertas abiertas a la misma puesta en práctica por la dictadura de Juan Vicente Gómez a partir de la década de 1910, hizo posible la fundación de colegios de educación privada que, de manera indirecta, contribuirán a la larga a la difusión en el país de la doctrina política de tendencia social-cristiana.

 

Fue ese el caso principal de los que estarían a cargo de las órdenes religiosas denominadas Salesiana, de Hermanos de las Escuelas Cristianas o de La Salle y Jesuitas.

 

De esa manera se hizo posible que Enrique Aristeguieta Gramcko, nacido en Puerto Cabello el 7 de mayo de 1933, pudiera cursar educación primaria en el instituto allí fundado en 1925 y, mudado a Caracas, la secundaria, en el colegio de la misma congregación religiosa (La Salle) instalado en la capital de la República.

 

El triunfo en el país de la llamada Revolución de Octubre de 1945 y el subsiguiente violento reemplazo del Presidente de la República general Isaías Medina Angarita por una Junta de Gobierno cívico-militar, a cuya cabeza figuraba el líder del partido Acción Democrática Rómulo Betancourt, implicó un vuelco en cuya virtud Venezuela conoció importantes cambios -el más importante de ellos, la instauración en lo político del voto universal, directo y secreto-. Y en el campo educativo, la promulgación el 21 de mayo de 1946, de un decreto que echaba las bases para el intento de instauración en el país, por la época, del llamado Estado docente, caracterizado por un decisivo control de la instrucción por parte del poder público.

 

La oposición despertada por dicha iniciativa en el seno del sector religioso de la educación privada catapultará la aparición de una fuerza política de tendencia social-cristiana denominada C.O.P.E.I., a la cual se adhiere  un importante sector de jóvenes alumnos del sector católico de la educación, y fue  en esa circunstancia cuando Enrique Aristeguieta Gramcko, con apenas 13 años de edad, experimentará su primer contacto con la política, al participar en las manifestaciones de calle organizadas contra el aludido decreto 321, y llegar a formar parte de las barras que, en el Congreso Nacional, animaban los debates destinados a discutir la nueva legislación del gobierno revolucionario y, en particular, la concerniente a la educación.

 

El llamado “trienio revolucionario”, encabezado por Betancourt, fue sustituido, sin embargo, el 24 de noviembre de 1948 por un triunvirato exclusivamente militar integrado por los tenientes coroneles Carlos Delgado Chalbaud, como Presidente, Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, al que tocó derogar algunas de las iniciativas legislativas del “trienio”: para comenzar, las relativas a la educación.

 

Entre 1948 y 1957, al tiempo que Enrique Aristeguieta terminaba su bachillerato e ingresaba en la universidad, se escalonan el asesinato de Delgado Chalbaud, el 24 de noviembre de 1950, la sustitución por un nuevo triunvirato de gobierno presidido esta vez  por un civil,  el abogado Germán Suárez Flamerich (1950 – 1952) y las elecciones fraudulentas para diputados a la Asamblea Nacional Constituyente del 30 de noviembre de 1952, terminadas por la imposición de Pérez Jiménez como Presidente de Venezuela para el período 1953 - 1957. Un denominado Nuevo Ideal Nacional proclamado como   leitmotiv de acción, hará de las obras públicas el punto fuerte de gestión gubernamental,  y la represión de toda expresión partidista disidente una práctica permanente.

 

En esas condiciones, el vencimiento en 1957 del período presidencial estipulado por la Constitución de 1953 y la negativa del gobierno a celebrar unas elecciones democráticas  y suplantarlas por un plebiscito en el cual se votaría por la continuación o no de Pérez Jiménez en el poder, condujeron a cuatro militantes de los partidos políticos adversarios del poder, privados del derecho a toda forma de actividad, a organizar, a mediados de 1957 una Junta Patriótica clandestina  opositora, compuesta por representantes de los partidos Unión Republicana Democrática, Acción Democrática, Partido Social-Cristiano COPEI y Partido Comunista de Venezuela.

 

Al entonces estudiante universitario de derecho Enrique Aristeguieta Gramcko tocó ser en ella el representante por COPEI y, en tal condición, participar en la organización de la huelga universitaria caraqueña del 14 de noviembre de 1957 y en  la promoción de diversas actividades de protesta contra la dictadura que se prolongarán hasta comienzos del siguiente año.

 

Aunque una rebelión militar  contra la dictadura  de Pérez Jiménez ejecutada el 1º de enero de 1958 no tuvo éxito, sí lo tuvo  la agitación callejera azuzada por Enrique Aristeguieta y el resto de los miembros de la Junta Patriótica en los días subsiguientes, de modo que el 23 de enero de 1958,  una nueva sublevación militar, esta vez con apoyo popular,  desembocó en el  derrocamiento de la dictadura  y su sustitución por una junta militar – civil de gobierno, que hizo posible el regreso de los exilados y el restablecimiento de la actividad de los partidos políticos de oposición y de los sindicatos obreros.

 

Los días que siguieron al 23 de enero de 1958 entrañaron para Venezuela la contemplación de una afiebrada actividad política,  en la cual el papel representado por la Junta Patriótica fue notable en lo atinente a la prédica de la unidad entre los diversos cuerpos políticos y sociales del país, para empezar los partidos políticos, que desembocaría  en la gestación de los acuerdos  conocidos  como el Pacto de Puntofijo del 31 de octubre de 1958 y  la Declaración de Principios y Programa Mínimo de Gobierno de los Candidatos Presidenciales, firmada el 6 de diciembre del mismo año.

 

Ese mismo año, Aristeguieta -sin dejar de ser miembro de la Junta Patriótica, que sobrevivirá hasta 1959- obtendrá el título universitario de abogado y luego el de diputado en las elecciones presidenciales y parlamentarias del 7 de diciembre de 1958, que dieron el triunfo a Rómulo Betancourt, candidato de A.D. por sobre Jóvito Villalba, que lo era de U.R.D., y Rafael Caldera, del C.O.P.E.I.

 

El quinquenio presidencial a cuya cabeza figuró Betancourt contempló el ejercicio del poder por un gobierno de coalición partidista ya preanunciado en el Pacto de Puntofijo, y durante el cual Aristeguieta Gramcko desempeñó sucesivamente cargos como representante diplomático en Roma, bajo cuya responsabilidad corrió lo relativo a la inmigración italiana a Venezuela,   Secretario del Senado, Secretario de Gobierno del Estado Nueva Esparta y diputado al Congreso Nacional. Vale la pena señalar que Aristeguieta, con anterioridad a lo últimamente escrito, había cumplido un cierto papel en el aplastamiento de la sublevación armada de inspiración castrista llevada a cabo en la base naval de Puerto Cabello, en junio de 1962, protagonizada por militantes de los Partidos Comunista y Movimiento de Izquierda Revolucionaria.

 

Bajo el gobierno de Raúl Leoni (1964 – 1969), Aristeguieta ejerció como abogado hasta pasar a formar parte de la Comisión Investigadora contra el Enriquecimiento Ilícito (CIEI), cargo que prosiguió desempeñando durante el período presidencial de Rafael Caldera cumplido durante el quinquenio 1969 - 1974 y participa como alumno en el segundo curso del recientemente fundado Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional (IAEDEN), para el cual redacta un trabajo relativo al federalismo en Venezuela.

 

Durante el subsiguiente gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974 - 1978), mientras hacía estudios de postgrado en la Universidad Complutense de Madrid (España) y luego de doctorado en Derecho en la Universidad de Carabobo (Venezuela), se desempeñó como diplomático en Londres.

 

Posteriormente, durante el gobierno de Luis Herrera Campíns (1979 – 1984) actuó, primero, como Vice-Ministro de Relaciones Interiores y después, como embajador itinerante para el Caribe. Tocó, además a Aristeguieta, durante este período, participar, como representante por el gobierno de Venezuela,  en las negociaciones de paz en Centroamérica que tuvieron como escenario  la isla panameña de Contadora.

 

Entre 1984 y 1989, siendo Presidente el doctor Jaime Lusinchi, actuó Aristeguieta como Director de Registro del Consejo Supremo Electoral, cargo prolongado bajo el segundo período de gobierno (1989 - 1993) de Carlos Andrés Pérez, cuando a lo dicho se añade que -como parte de la política proseguida por el nombrado Presidente- contribuyó al éxito del  proceso de transición democrática de Nicaragua, allí desembocado en unas  elecciones reconocidamente libres.

 

Luego de años de servicio público pasó a retiro durante el segundo período del Presidente Caldera (1994-1999), pero siguió activo en la política a través del partido C.O.P.E.I., Twitter, y O.D.C.A.

 

El cambio de gobierno escenificado en nuestro país a raíz de las elecciones de 1998, que elevó a la Presidencia de la República al Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, colocó a Aristeguieta en una línea de vigorosa oposición al mismo, prolongada cuando, muerto Chávez, fue sucedido provisionalmente en el año 2013 por Nicolás Maduro, quien, a su turno, fue ratificado en dicho cargo por unas controvertidas elecciones nacionales de cuestionada limpieza celebradas al año siguiente. Mientras tanto, Aristeguieta probó fundar, con poco éxito, un efímero movimiento político de oposición, denominado la Gran Alianza Nacional con Venezuela (GANA).

 

Expresiones de Aristeguieta que ponían en entredicho la condición legal venezolana del Presidente Maduro, condujeron a la larga a que, en la madrugada del  2 de febrero de 2018, su hogar personal en Caracas sufriera un asalto  por parte  del llamado Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), y consiguiente reclusión, a los 84 años de edad, en la infamada cárcel caraqueña llamada del Helicoide, acusado  de incitación a la violencia a través de las redes sociales ¡y por haber contribuido a realizar la huelga general de enero de 1958 contra Pérez Jiménez!

 

Tales incriminaciones habrían sido puestas de lado a raíz de alegadas “órdenes superiores”, cuando en realidad habrían estado de por medio el vigoroso apoyo general manifestado en la ocasión por buena parte de la opinión pública nacional e internacional.

 

Quedaría por decir que, desde 2023 hasta hoy, Enrique Aristeguieta Gramcko reside, en una renuente condición de autoexilado, en los Estados Unidos.